Entre los analistas existe una especie de
obsesión con el PBI (Producto Bruto Interno); parece ser que todo camina bien
si el PBI aumenta “todo lo que se pueda”, un proceso denominado crecimiento
económico; por el contrario, entramos en una especie de depresión emocional si
disminuye el PBI. ¿Está justificada la exagerada reacción al cambio en un
número?
El PBI mide el valor
de todos los bienes y servicios finales producidos dentro de un país en un
período de tiempo. En términos simples, “cuánto produce una economía”. Lo más
importante, dejando de lado los enormes problemas de cálculo que tiene, es que no es un indicador de bienestar,
aunque puede estar conectado. Si no fuera así, ¿cómo entendemos los problemas
que el Perú tiene en educación y salud pública, infraestructura, pobreza rural,
desigualdad en el acceso a servicios básicos, etc. Si “todo fuera el PBI”,
entonces no existirían los problemas descritos.
Lo que pasa es que el
crecimiento económico es una condición necesaria pero no suficiente para
aumentar el bienestar. Veamos cómo podrían conectarse el aumento en el PBI con el
bienestar. Existen dos canales que los eslabonan y son los siguientes:
1.
Al
aumentar el PBI, lo que está ocurriendo es que se produce y se vende más; por
ello, crece la recaudación tributaria (observe, estimado lector, las tendencias
de la evolución del PBI y la recaudación tributaria y lo notará). Así, el
crecimiento económico “financia” el mayor gasto público, pues el PBI le
“entrega los recursos al gobierno de turno para que pueda “gastar más”; pero
hasta ahí llega el PBI. Cuánto y cómo gasta el gobierno y en qué sectores
es clave para conectar PBI con bienestar depende de quienes nos gobiernan. Si
el gobierno gasta bien, digamos en educación, salud, reducción de pobreza
rural, entre otros, entonces sí es posible que exista la relación entre ambos.
2.
Al
aumentar el PBI se puede pensar que el empleo crece. Sin embargo eso depende
del sector. Imagínese que el PBI aumenta porque un sector, que es intensivo en
tecnología (significa que para producir más no requiere de más personas, sino
de más máquinas) lidera el crecimiento. Entonces el aumento en el PBI no genera
una elevación del empleo ni del bienestar. Supongamos ahora que se trata de un
crecimiento liderado por sectores que demandan bastantes trabajadores; ¿podemos
decir que ahí sí existe la conexión? Pues otra vez depende de la existencia de
personas “empleables”, es decir, ciudadanos que además de querer trabajar estén
capacitados para ello. Y esto pasa por encontrar personas productivas con
niveles adecuados de educación, sea en el nivel superior o técnico.
De esta manera,
habría que desmitificar al PBI, pues para que su aumento se conecte con el
bienestar de cualquier ciudadano en su vida diaria deben cumplirse al menos los
dos requisitos mencionados. La obsesión por el PBI nos ha llevado a ser
considerados un “milagro económico” o cosas por el estilo. Pienso que el
verdadero milagro ocurrirá cuando el bienestar de la población aumente,
objetivo último de la economía como ciencia social.
Artículo de CARLOS PARODI. Tomado del
Diario GESTIÓN, de su edición ON LINE del día 03/10/15
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